Estamos pasando una pandemia que nos enseñó que la salud es más frágil de lo que pensamos, sentimos o imaginamos. La salud pública es en parte responsabilidad de nosotros los médicos veterinarios por la gran cantidad de enfermedades que compartimos con los animales tanto de compañía, de granja o silvestres. Pero también por los fármacos, químicos y biológicos con los que combatimos los diferentes padecimientos todos los días y que su uso no responsable puede afectar la capacidad de defensa contra pequeños brotes o incluso, pandemias.

El fortalecer las buenas prácticas veterinarias promoverá un uso responsable de los fármacos, vacunas con cadena fría adecuada y químicos con manejo seguro para paciente, usuario y el medio ambiente. Mismos que están restringidos por ley para uso exclusivo de médicos veterinarios al ser para uso o consumo animal.

La responsabilidad social que tenemos es grande, y los beneficiados de manera directa son nuestros pacientes las mascotas, actualmente mejor conocidos como familia de otra especie. Al ayudar a mantenerlos sanos con medicina preventiva, al aliviar sus padecimientos cuando enferman o mejorar su calidad de vida cuando envejecen o su condición de salud los acerca a su final, también brindamos felicidad y alivio a su familia. Por lo tanto, aunque nuestro trabajo directo sea con las mascotas, el impacto de nuestras acciones afecta a la familia, a la comunidad, al país y al mundo.

De nosotros depende que este impacto sea positivos